10.3.10

¿Por qué Invictus es una obra de arte?

Hay quienes están convencidos de que el arte escapa a toda definición, de que no se puede analizar ni se pueden dar unas pautas de referencia que nos indiquen lo que es arte y lo que no.

Siempre he pensado que esto no es así y que lo artístico sí que encaja en las categorías de lo revelador y de lo clarividente, de una “videncia clara” de una realidad. Esta “visión” y esta toma de conciencia que tiene el artista debe ser plasmada en la forma en que se revela mejor a otros, en que se comunica de forma más clara y se muestra de forma más pura, sin añadidos que la lastren y sin mutilaciones que la reduzcan. En definitiva: hay un fondo, un mensaje, y hay una forma, una de tantas, que da en el clavo para representar ese mensaje y a la que no le sobra ni falta nada y tiene el ritmo adecuado.

Cuando es de una obra dramática de lo que hablamos (cine, literatura), hay unas balizas muy útiles que nos dan pistas sobre “de qué va todo esto”: título, comienzo, final, leit motiv, imágenes, metáforas, secuencias líricas, sueños… recursos que nos permiten asomarnos bajo la piel del texto y entrever ese fondo de manera más directa. Muchos de estos recursos no son necesarios, pero ayudan.

Si nos preguntamos de qué trata Invictus, la primera respuesta que podríamos dar es algo así como “es sobre la reunificación de Sudáfrica”, “es sobre la reunificación pacífica”, “es sobre el perdón y la no-revancha”, “es sobre la capacidad para empezar de nuevo” o “es sobre la capacidad del deporte para unir a las sociedades”. A pesar de que todas estas ideas forman parte del argumento y quedan transmitidas en el subtexto, flotando en nuestro subconsciente, creo que ninguna de ellas es el tema principal de Invictus.

El argumento sería algo así, en sinopsis: “Invictus cuenta la historia de cómo Nelson Mandela lidera la reunificación pacífica de Sudáfrica, valiéndose de una herramienta como el rugby”. Esto, efectivamente, es el envoltorio, el marco/escenario, la gran excusa-caja en donde escondemos nuestro tema. Para esta trama principal podemos encontrar tres grandes marcas:

- el principio, donde vemos dos campos completamente separados, el del equipo de rugby y el de los chavales negros jugando al fútbol, y de pronto pasa Mandela con el coche por en medio.

- el medio, donde Mandela pide al equipo de rugby que enseñe a jugar a los chavales negros del pueblo.

- el final, donde todos, blancos y negros, se unen para celebrar la victoria del equipo de rugby nacional.

El argumento de la reconciliación de ambos bandos también está muy bien tratado en esa observación que hace Clint Eastwood del grupo de guardaespaldas de Mandela, un microcosmos experimental que nos permite observar los grandes problemas de integración que sufre la sociedad sudafricana del momento, sólo que de una manera más cercana y comprensible. No podemos abarcar todos los grupos, las reacciones internacionales, los dilemas de embajadores y periodistas… No. Hay que fijarse en una porción pequeña del pastel y renunciar a todas las demás o será un rollo de película, un pseudo-documental, que a nadie le interesa. El escoger a un grupo tan cercano a la figura de Mandela, esa especie de “extraña familia” que sustituye a su verdadera familia y que le acompaña a todas partes, es un gran acierto, propio de un narrador excelente.

Pero entonces, si no es el de la reunificación pacífica, ¿cuál sería el tema secreto de Invictus? Dicen que los buenos temas se resumen en una sola palabra. Que una buena obra dramática no puede enfocarse hacia demasiadas cosas o se pierde. Hay que escoger una sola palabra y forma y fondo deben estar a su servicio. Creo que el título nos da esta vez la pista y que el tema de “Invictus” es la resistencia. Es este tema secreto, esta dimensión lírica más allá de lo evidente, lo que lleva la película un paso más allá y la hace artística, dejando atrás el mero entretenimiento narrativo o el comentario medio de “es interesante”, para dejar paso al de “peliculón”.

En este caso el título y el poema de “Invictus” indican con bastante claridad hacia esta dirección, pero también las imágenes, que son fundamentales. El poema viene a resumir que, incluso en la oscuridad más profundad, queda un poso de libertad, un yo irreductible, que es capaz de sobrevivir. La verdadera proeza del Mandela de la película no es que sale vivo de la cárcel, sino que su espíritu sale invicto, intacto, que logra salvar su identidad y sus principios y que, cuando sale, su yo sigue siendo tan fuerte que es capaz de separarse de la venganza y seguir el camino de la paz. Su espíritu no se ha ahogado, no ha claudicado ante lo miserable. Ha triunfado.

Las imágenes de la cárcel con el poema de fondo, el pasaje más lírico y profundo de toda la película, son una ilustración clara de este mensaje, pero también lo es la actitud del propio equipo de rugby y de su capitán, a cuya conexión con Mandela se hacen constantes referencias (la más clara es la carta que le entrega el segundo, con el poema escrito. A través de ella, le entrega también simbólicamente su fuerza y su inspiración).

La imagen cercana al final ante los All Blacks (el gran imbatible), con todo el equipo empujando desesperadamente, a cámara lenta, con el sonido distorsionado… esa imagen de esfuerzo mayúsculo, de total determinación, fuerza y resistencia, es la que plasma definitivamente esta idea en pantalla y la mantiene en la retina del espectador aún después de los títulos de crédito.