He aquí una colección de fotos de Eladio, desde las montañas de Glendalough y el puerto de Dun Laoghaire (se pronuncia dun liri) y, para acompañarlas, música de la neozelandesa Hayley Westenra y fragmentos de la triste y épica historia de Túrin Turambar ("Los Hijos de Húrin"), digno héroe de los Días Antiguos, nacido "en el invierno del año", según los anales de Beleriand, "con tristes presagios" en la hermosa Dor-lómin, nueve años después de la Batalla de la Llama Súbita o Dagor Bragollach.
Estos son fragmentos de la Batalla de las Lágrimas Innumerables, que protagoniza, entre otros, Húrin, padre de Túrin.
Una mañana brillante del mes de lothron, Túrin fue despertado por súbitas trompetas. Corrió hacia las puertas y vio, en el patio, a muchos hombres a pie o a caballo, todos completamente armados, como si fueran a partir a la guerra. Allí estaba también Húrin, que hablaba con los hombres y daba órdenes. Túrin se enteró de que ese día partían para Barad Eithel. Aquéllos eran guardias y hombres de la casa de Húrin, pero todos los hombres de sus tierras que no eran imprescindibles también habían sido convocados. Algunos habían partido ya con Huor, el hermano de su padre; y muchos otros se unirían al Señor de Dor-lómin en el camino para, agrupados bajo su estandarte, seguirlo hasta el gran acantonamiento del rey.
Entonces Morwen se despidió de Húrin sin derramar lágrimas, y dijo:- Cuidaré de lo que me dejas en custodia, tanto de lo que es como de lo que será.Húrin le respondió:- Adiós, Señora de Dor-lómin; cabalgamos ahora con más esperanzas de las que hayamos tenido nunca. ¡Pensemos que, en mitad del invierno, la fiesta será la más alegre de todas cuantas hayamos gozado en todos nuestros años de vida, y que le seguirá una primavera libre de temores!
Luego levantó a Túrin sobre sus hombros, y gritó a sus hombres:
- ¡Que el heredero de la Casa de Hador vea la luz de vuestras espadas!
Muchas canciones de los Elfos cantan aún y muchas historias todavía cuentan la Nirnaeth Arnoediad, la Batalla de las Lágrimas Innumerables, en la que cayó Fingon y se marchitó la flor de los Eldar. Si se contara todo lo que sucedió, la vida de un hombre no bastaría para escucharlo. En ese momento, cuando Fingon oyó desde lejos la gran trompeta de Turgon, la sombra abandonó su corazón, y, fortalecido, gritó con voz fuerte:
- ¡Utulie´n aure! ¡Aiya Eldalië ar Atanatarni, utulie´n aure! ¡El día ha llegado! ¡Pueblo de los Eldar y Padres de los Hombres, el día ha llegado! Los Noldor de Gondolin eran fuertes, y sus filas resplandecían como un río de acero al sol, porque la espada y los pertrechos del más insignificante guerrero de Turgon valían más que el rescate de cualquier rey de los Hombres.
Entonces, todas las huestes de Angband embistieron. Con los muertos, levantaron un puente sobre el río, y arremetieron contra los supervivientes de Hithlum cubriéndolos como la marea va sumergiendo una roca. (...)
Cuando ya sólo Húrin permanecía en pie, arrojó el escudo, agarró el hacha de un capitán orco y la esgrimió con ambas manos; y se canta que el hacha humeaba de la sangre negra de la guardia de trolls de Gothmog, hasta que se marchitó, y cada vez que asestaba un golpe Húrin gritaba:
- ¡Aure entuluva! ¡Llegará de nuevo el día!
Setenta veces lanzó ese grito; pero al cabo lo atraparon, vivo, por orden de Morgoth, que tenía previsto hacerle así más daño que con la muerte. Por tanto, los Orcos se lanzaron contra Húrin sin armas, intentando aferrarlo con las manos, aunque él se las cortaba; pese a ello, el caudal de enemigos se renovaba sin cesar, hasta que cayó sepultado debajo de ellos. Entonces Gothmog lo encadenó y lo arrastró a Angband, burlándose de él.
Así terminó la Nirnaeth Arnoediad, cuando el sol se ocultó en el Mar. Cayó entonces la noche sobre Hithlum, y del oeste vino una gran tormenta de viento.