Zemeckis, entre cuyas anteriores películas se incluyen Who Framed Roger Rabbit?, Forrest Gump, y The Polar Express, siempre ha explorado en sus trabajos las tecnologías de punta, apuntando a una narración emocional más que a solo producir caramelo para los ojos. En Beowulf, una vez más él ha construido un impresionante mundo visual usando la animación computacional de “captación de la actuación”: actores reales que son digitalmente representados y reconfigurados en un medio virtual. Winstone, por ejemplo, quien empleó su cuerpo real para hacer el papel del panzón Gary Dove en Sexy Beast, en Beowulf aparece como un imposiblemente formado milagro de la anatomía humana. ¿Y el dragón? Bien, digamos que recomiendo altamente la versión 3-D que está siendo proyectada en salas escogidas.
Se ha escrito mucho acerca de la forma de Beowulf, pero menos acerca de lo que significa, particularmente porque ese significado es difícil de expresar. Vivimos en una época de valores radicalmente diferentes de aquellos de la cultura original de Beowulf, pero ésta aún nos habla. Muchas de sus declaraciones explícitas sobre el poder, la violencia y las relaciones de género están prohibidas a nuestra más gentil, igualitaria y diplomática sociedad, aunque algo de la historia original resuena profundamente también en la audiencia moderna, tan embarazosamente (o tan irónicamente) para los intelectuales, pero más sinceramente, lo sospecho, para las audiencias legas.
Al inicio Beowulf parece sumarse a las filas de otras películas recientes que enarbolan las virtudes masculinas precristianas. Éxitos taquilleros basados en la historia como 300, de Zach Snyder and Frank Miller (acerca de la batalla de las Termópilas) o la serie Roma de HBO son francas celebraciones de la competencia entre machos. La popularidad de estas películas seudohistóricas tomó por sorpresa a muchos comentaristas de los medios, pero las audiencias que sintieron el flujo de la testosterona de las historias de los héroes (yo incluido), no se sorprendieron ni siquiera mínimamente. Y la experiencia no es solo el festival freudiano de la agresión que uno encuentra en las inferiores películas de acción y cuchilladas. Más bien, en estas películas hay una distintiva simpatía por la cultura del honor; la fuerza bruta, la lealtad tribal y el coraje estoico realmente hacen funcionar las cosas.
El mundo académico encuentra todo esto despreciable y atrasado y, por supuesto, nuestra cultura liberal es ostensiblemente opuesta a las jerarquías sociales, el patriarcado y el machismo de las culturas del honor más antiguas. No obstante, las narraciones y las representaciones del poderío heroico (inclusive defectuosas y mal dirigidas) siguen siendo profundamente satisfactorias para mucha gente.
La historia de uno de los más grandes mata monstruos de todos los tiempos, Beowulf es un poema épico que ha llegado a nosotros en la forma de un manuscrito en inglés antiguo llamado el Códice Nowell por los archivistas (pero titulado Beowulf por el nombre de su principal personaje). Muchos eruditos ponen la fecha del manuscrito alrededor de 1100 d.C., pero esa historia ciertamente existió en forma oral durante siglos antes. El texto y el cuento son considerados tesoros nacionales británicos a pesar del hecho de que la historia trata de un héroe escandinavo que lucha contra monstruos en Dinamarca.
En el original, Beowulf es el nombre de un joven guerrero de la tierra de los gautas (Suecia del sur), y su historia se desenvuelve en algún momento de fines del siglo VI. Él viene a oír acerca de un rey danés en problemas, Hrothgar, cuyos súbditos y salón de banquetes (Heorot) están siendo amenazados por un monstruo llamado Grendel. Beowulf ofrece sus servicios como eliminador de monstruos.
Beowulf y su banda de guerreros gautas son bienvenidos con los brazos abiertos por los daneses. Beben hidromiel juntos y hacen planes para pelear contra Grendel. Pero Unferth, un danés travieso entre ellos, cuestiona el poder de Beowulf dando a conocer la historia de una derrota de Beowulf en una competencia de natación con su amigo Breca.
Beowulf aclara a Unferth y establece sus credenciales como mata monstruos cuando explica que él y Breca nadaron lado a lado por cinco noches hasta que “una furiosa marejada se nos vino encima -- ennegreciendo el cielo y congelando los vientos del norte, y nos separó; gigantescas olas de sal golpeaban entre nosotros -- endurecidos y cerrados dedos me levantaron hasta la playa con luchadoras garras apretadas. Se me concedió alcanzar a este demonio, mandarlo a dormir a filo de espada: tajos rápidos, fuertes en mi mano, lo obligaron a marchar a la muerte”
Ya podemos ver que ese Beowulf, para bien o para mal, es una historia de hombres: contada por hombres, sobre hombres y celebrando virtudes viriles. Incluso antes del encuentro con Grendel, por ejemplo, tenemos héroes en cadena vaciando jarros de cerveza e intercambiando jactanciosas historias de violentas victorias contra enemigos formidables. El nivel de testosterona no deja de elevarse a medida que avanza la historia.
La versión de Zemeckis, como veremos, difiere significativamente del original, pero los fuegos artificiales visuales ciertamente golpean las cuerdas de thumos, o la vivacidad, durante las secuencias de acción. Y el fiel amigo Wiglaf se refiere a Beowulf en la película como el “príncipe de todos los guerreros”.
El monstruo Grendel (descendiente del Caín bíblico) con regularidad irrumpe en el gran salón de banquetes por la noche para matar a los daneses que duermen. Esta vez, la bestia atrapa a una víctima inmediatamente. Grendel “desgarró frenéticamente, destrozó las coyunturas, se llenó la boca de sangrientos pedazos, se tragó a la víctima con alegría”. Pero cuando Grendel coge a su segunda víctima, el guerrero Beowulf lo coge a su vez. Se sigue una horrible batalla y Beowulf, con un esfuerzo de sola voluntad le arranca un brazo a Grendel, dándole un golpe mortal.
A la siguiente noche, sin embargo, la repulsiva madre de Grendel viene al salón a vengar a su hijo. La madre resulta ser un enemigo incluso más temible, y Beowulf debe seguirla a su acuosa guarida. En una cueva debajo del agua, Beowulf intenta en vano destrozar a la “bruja marina” pero ella es demasiado fuerte. Al encontrar una enorme espada en el depósito del monstruo, finalmente él logra, “con rabia en su corazón”, matar a la criatura.
Después de muchas celebraciones, el Beowulf del poema original regresa a casa y finalmente se hace rey de los geats, viviendo felizmente por muchos años como un noble gobernante. Más tarde en su vida, sin embargo, el pacífico intervalo es roto y Beowulf debe nuevamente levantarse para encontrar a un enemigo monstruoso. Esta vez él pelea contra un dragón gigante y finalmente logra abrir en canal a la serpiente, pero no antes de ser mordido malamente por la venenosa criatura. Finalmente Beowulf muere, es cremado y sepultado sobre un acantilado que mira al océano.
Acabo de cometer el pecado mortal, de acuerdo a J.R.R. Tolkien, de resumir la trama de Beowulf. Tolkien sostuvo, en su influyente conferencia de 1936 “Beowulf: los monstruos y los críticos”, que los críticos habían dejado de ver la seriedad y la profundidad de Beowulf porque frecuentemente abstraían el argumento simple del poema real. Parece haber más verdad en esto. Si yo digo, por ejemplo, que Beowulf trata de un tipo que pelea contra tres monstruos y luego muere, casi he cubierto la trama entera. Y pensar en el poema de este modo llevó a muchos eruditos a verlo como un importante artefacto lingüístico, de otro modo nada sofisticado.
Tolkien nos mostró que la real poesía de Beowulf era ciertamente algo poderoso: persistente y escalofriante línea por línea, y emocionalmente edificante cuando se la toma como una narración en su conjunto. Tolkien, en un pasaje que inadvertidamente augura su propia importancia como escritor de fantasías sobre monstruos, defendía a Beowulf y a sus “bajos” monstruos, diciendo “el dragón en la leyenda es una potente creación de la imaginación de los hombres... Incluso hoy (a pesar de los críticos) se puede encontrar hombres no ignorantes de la leyenda trágica y la historia, que han oído de héroes y por cierto los han visto, y que aún no han sido cogidos por la fascinación por el gusano”.
Más que ponerse como defensor del género de lo fantástico y el horror, sin embargo, Tolkien considera el sustantivo debate sobre si el poema era el resultado de la imaginación cristiana o pagana. El poema es ambivalente acerca de su héroe, al hacerlo una figura inspiradora pero también trágica. La fuerza y la confianza de Beowulf lo hacen un campeón, pero su orgullo y vanidad lo hacen defectuoso. Tradicionalmente, los eruditos leen esta ambivalencia como signo de que el poema mismo es una criatura mestiza: escrito originalmente por un pagano del Norte, inmerso en la leyenda nórdica pero copiado e interpolado por un monje cristiano que “bautizó” el texto con algunas menores adiciones cristianas.
Puede decirse que la relación entre héroes, monstruos y dioses experimenta un cambio colosal en Beowulf si nos damos cuenta de que la importante virtud pagana del orgullo se ha convertido en el vicio principal para la cristiandad. Los monstruos, tanto en la tradición pagana como en la bíblica, usualmente eran usados como símbolos de un orgullo sin redención, entre otras cosas. Pero los mata monstruos o héroes, eran celebrados en la cultura pagana como los fuertes hombres de acción que siempre parecen necesarios para salvar a la familia, la tribu o la aldea. Los monstruos les dan a los hombres una excusa para hacer las cosas para las que ellos fueron hechos (por naturaleza o desarrollo social): pelear, proteger, arrebatar y defender. El orgullo del héroe era un impulso defendido en la era precristiana, incluso si venía con los defectos del exceso y la inmoderación. La tradición bíblica, sin embargo, trajo una nueva ética, la afirmación contraintuitiva de que “bienaventurados son los débiles de espíritu”. La humildad y la sumisión se convirtieron en posturas dignas de alabanza. El “héroe” de la cristiandad, Jesús, termina incluso en la “innoble” posición de sufrir en una cruz. Este no es exactamente un terreno cultural fértil para criar a buenos mata dragones. Los hombres machos de la era de Beowulf no habrían entendido este nuevo tipo de victoria mediante la humildad.
En el cristianismo, la victoria ya no viene cuando el héroe está de pie sobre los monstruos muertos. Viene en la siguiente vida, después de que se ha vivido humildemente y uno ha pasado la prueba del gran sufrimiento. Héroes tradicionales como Beowulf, Hércules u Odiseo deben ser reconocidos por su fuerza y logros, pero su humanidad orgullosa -- sus intentos de traer personalmente la justicia a este mundo -- se devalúan en el nuevo paradigma cristiano. De acuerdo a la tradición judeocristiana, no necesitamos de mata monstruos cuando confiamos en el Señor. Después de todo, Dios, no el hombre, castiga al malo. La fe heroica reemplaza a la acción heroica.
Beowulf representa lo que Tolkien llama el “coraje noruego”, que pone la “voluntad inquebrantable” al centro de la narrativa heroica. La imaginación nórdica, llena de la filosofía de la resistencia absoluta, fue apropiadamente domada en Inglaterra, de acuerdo a Tolkien, mediante su contacto con el cristianismo. Tolkien, exagerando la nota, dice que el poeta (o el copista) de Beowulf vio claramente que “el pago del heroísmo es la muerte”. El cristiano mira atrás hacia el curso de la historia pagana y encuentra que toda la “gloria” ganada por los héroes, reyes y guerreros no vale nada porque solo tiene que ver con este mundo temporal. El medievalista Andy Orchard, en su libro Pride and Prodigies: Studies in the Monsters of the Beowulf-Manuscript [Orgullo y prodigios: Estudios sobre los monstruos del manuscrito Beowulf], también hace eco de la opinión de Tolkien de que Beowulf es parte de un cambio de la cultura del honor a la cultura de la humildad. Él cita, por ejemplo, a Aelfric, del siglo X, quien en Vidas de los santos pregunta “¿Qué santidad había en el odioso Hércules, el enorme gigante que mató a todos sus vecinos y se quemó en el fuego a sí mismo, vivo, después de que hubiera matado a los hombres y al león y a la gran serpiente?”.
Los guionistas de la nueva película parecen muy conscientes de esta transformación de valores cuando hacen que Beowulf diga líneas como “El tiempo de los héroes ha muerto. El Dios Cristo los ha matado”.
Mientras los proponentes del argumento de Tolkien se han enfocado en el trágico orgullo del personaje de Beowulf, yo detecto un cambio más reciente, igualmente interesante, en los monstruos de Beowulf. Los monstruos de la historia original eran representados como odiosos y malignos por completo, vencidos por el coraje y la fuerza viriles. Un verdadero monstruo cristiano, sin embargo, no será para nada un monstruo, sino solo un alma confundida que necesita un abrazo mas que un golpe de espada. El cristianismo parece abrazar al excluido, no pelear contra él. El cristianismo celebra al oprimido, al vencido, al deformado.
La versión fílmica de Zemeckis, más enternecida, sugiere que la gente que expulsa a Grendel son los verdaderos monstruos. El monstruo, de acuerdo a este paradigma de la caridad, es solo mal comprendido más que maligno. La culpa de la violencia de Grendel es desplazada hacia los humanos, que antes pecaron contra él y trajeron su venganza sobre ellos mismos. El único monstruo verdadero, en esta tradición, son el orgullo y el prejuicio.
En la película, Grendel es incluso visualmente alterado, luego de ser herido, para parecer un inocente, aunque escamoso, pequeño niño. En el Beowulf original los monstruos son excluidos porque son malos (así como Caín, su padre, fue excluido porque mató a su hermano), pero en el nuevo Beowulf original, los monstruos son malos porque han sido excluidos. Y mientras los monstruos están siendo humanizados, el héroe está siendo deshumanizado. Cuando Beowulf le pregunta a la madre de Grendel “¿Qué sabes de mí?”, ella replica “Yo sé que bajo tu glamour, eres tan monstruo como mi hijo Grendel”.
La película inteligentemente ata la pelea final de Beowulf con el monstruo, con los primeros episodios con Grendel y su madre (algo que el original deja de hacer). Al transformar a la madre de Grendel en una seductora femme fatale, ellos han encontrado simultáneamente un modo de mostrar aún más los defectos de Beowulf, darle a la protagonista mujer más dimensionalidad (aunque nada caritativamente), y de conectar el desenlace con la historia anterior.
No obstante, más interesante que estos cambios en la trama es el ajuste en los personajes. En el original, Beowulf es un héroe. En la nueva película, es básicamente un idiota cuyo momento más simpático es cuando finalmente se da cuenta de que es un idiota. Es difícil imaginar una reversión más completa de los valores de la original historia de Beowulf.
Friedrich Nietzsche dijo una vez: “Quien lucha con monstruos debería ver que él mismo no se convierta en uno”. A pesar de ello, sostiene en Más allá del bien y del mal que las culturas paganas de la nobleza surgieron de los bárbaros, incluso de los bestiales sentimientos del poder, la fortaleza y el orgullo. A diferencia de Tolkien, quien estaba feliz de ver tal hambre de poder domada por las virtudes judeocristianas, Nietzsche conocidamente extrañaba los viejos días y deseaba poder recuperar un poquito de nuestro ser heroico y monstruoso. A Nietzsche, quien hablaba con afecto del “orgulloso vikingo”, le habría gustado el Beowulf pagano, un mata monstruos de mentalidad tribal.
Este sentido pagano de la virtud ciertamente domina el poema original, pero incluso ahora no es solo una pálida reliquia histórica, ni es un impulso vergonzoso que debe ser controlado y curado con la humildad cristiana. Es un sentido del honor que está vivo y en buena salud, felizmente, en muchos de nuestros soldados luchando al presente en Irak. Es un código de soldados que aún vive incipiente en los ciudadanos, pero está completamente realizado en la clase de los guerreros.
Al contrario que en el Beowulf original, la nueva película desea que entendamos y humanicemos a nuestros monstruos. Además, la película parece seguir la opinión de Tolkien de que los “héroes” orgullosos deberían verse a sí mismos como parte del problema más que de la solución. El Beowulf de Zemeckis repetidamente se acusa a sí mismo diciendo a su sufrida esposa, “Lo siento, fui débil”.
Muchos académicos probablemente apreciarán al nuevo Beowulf emasculado (pensando que es más psicológicamente sofisticado y más apropiadamente crítico del machismo), pero no estoy convencido de que esta nueva versión trascienda y nulifique el original heroico. Sospecho que necesitamos a ambos Beowulfs: la versión de Tolkien y la versión más nietzscheana. Como obras sobre la moralidad, la vieja y la nueva versión tratan de diferentes aspectos de la resolución de conflictos. Por un lado, un diplomático, un intelectual o un político deberían tratar de entender mejor a su enemigo, simpatizar con sus quejas y distender su agresión; por otro, un soldado en el campo, como el Beowulf original, no encuentra sutilezas en su enemigo: está demasiado ocupado luchando contra él.
Quizá la película de Zemeckis haya encontrado una manera de mantener su pastel en la mano y de comerlo al mismo tiempo. En un nivel, nuestro cerebro reptiliano consigue disfrutar completamente de las triunfales sacaduras de ancho por parte de un héroe que asume sus obligaciones, pero en nuestra neocorteza cerebral pagamos la penitencia por esta emoción, condenando moralmente al protagonista, amonestando a Beowulf y a nosotros mismos por dejarnos llevar momentáneamente por el encanto del poder.
Beowulf podrá supervivir ante Grendel. Pero al enfrentarse a la carga de la culpa del siglo XXI, puede haber encontrado a su rival perfecto.